PARTYTALK #3 CUERPOS DIVERSOS, INSTITUCIONES BÁSICAS

Cuerpos diversos, instituciones básicas por Luisa Santana

Cuando a la experiencia humana la atraviesa la feminidad empiezan a pasar cosas. Creo que mi primer encuentro con el cambio brusco, traumático si se quiere, fue el crecimiento tan acelerado de mis senos. En cuestión de ocho meses, pasé de ser una niña flaca y larga, a ser una niña gorda, grande, piernona, y con busto. Absolutamente nadie me preparó para eso, un día desperté y los senos estaban ahí. Por supuesto que la experiencia femenina empieza a diferenciarnos desde mucho antes de la pubertad y de los cambios notorios que la sitúan a una en el cuerpo que recibe toda la carga política de la feminidad, pero es finalmente ese tránsito voluptuoso, obvio y evidente hacia un cuerpo inscrito en la categoría de mujer lo que nos termina de situar en esa realidad material.

Igualmente, es parte de la experiencia humana todo mito y suposición, todo pensamiento mágico que elaboramos sobre nuestra sexualidad, y que usualmente es alimentado por bocados de los mismos mitos y suposiciones mágicas que heredamos de nuestras familias. Métodos anticonceptivos irrisorios, prohibiciones también irrisorias, imágenes sobre la pureza y la suciedad y, sobre todo, la herencia orgánica que recogemos de nuestra casa y del mundo: el sesgo de género.

El sesgo de género no viene solo, no está reservado al ámbito privado de la familia, el sesgo de género está metido en todas las formas posibles de construcción social, el sesgo de género es una cuestión pública, como la salud. Así, si la polis es nuestra ciudad-estado, las instituciones médicas son, por así decirles, el brazo de cuidado de la misma polis y sirven como un reflejo del clima político. El 21 febrero de este año, la Corte Constitucional despenalizó totalmente el aborto hasta la semana veinticuatro, sentando un precedente para la autodeterminación de los cuerpos de las mujeres cisgénero y los cuerpos con vagina. Aquello responde al clima político que se vino gestando en la región desde que Uruguay legalizó el aborto en 2012, y que se consolidó como movimiento en Argentina, cuando se le empezó a llamar Marea Verde. 

Aunque las instituciones salubres estén obligadas a amoldarse al panorama político, estas corren paralelas a dos cosas que entorpecen la asistencia y el cuidado hacia las mujeres. La primera es precisamente su naturaleza: las instituciones tienen la particularidad de ser incapaces de lidiar con problemas sistemáticos (al menos de forma suficiente) porque no están orientadas hacia la diferenciación, sino más bien hacia el seguimiento de directrices que homogenizan cuerpos y patologías. Lo segundo es que, al estar suscritas al sesgo de género, todo lo que deviene de ellas está sesgado también.

Esto lo cargamos quienes nacimos mujeres de formas sabidas e ignoradas. La falta de cuidado primario reproductivo, la forma en la que se hacen los ensayos clínicos que después resultan en diagnósticos y recetas químicas para fármacos, el solo pensar en cómo trata la ginecología al síndrome de ovario poliquístico, en lo falocéntrico de los métodos “anticonceptivos”, y así como no nos preparan para nuestras primeras descargas hormonales cuando muy jóvenes, de nuestro postparto no sabemos nada. Ni hablar de formas de violencia mucho más explícitas y traumáticas como la violencia ginecobstétrica, el terror de cualquier mujer en trabajo de parto.

El problema de la salud maternal se le metió por los ojos a la opinión pública en 2018 cuando Serena Williams estuvo a punto de morirse después de su cesárea. A pesar de informarle diligentemente a una enfermera sobre sus síntomas, su historial de embolia, y de pedirle un adelgazante de sangre y una tomografía, la enfermera interpretó que su queja era el resultado de la confusión generada por el sedante. Su relato echa luz sobre el trato al que estamos sujetas las mujeres durante el parto, sin dejar a lado el hecho de que su experiencia está también atravesada por su raza y últimamente por el racismo.

En un estudio hecho en Suecia, el 34% de 2.783 mujeres reportó que estaban insatisfechas con el cuidado post parto. Eso son 1.029 mujeres descontentas con la forma en la que se les proveyó atención en un momento de alta vulnerabilidad mental y corporal. En ese estudio en particular, la queja primaria era la dificultad para acceder a información individualizada y apoyo para lactancia. Ahora, el 34% de 2.783 es una cantidad significativa para un país con instituciones tan sólidas y con tantos recursos como Suecia, y ciertamente hay un vacío de información al respecto, al menos en términos geográficos, porque la mayoría de información que se encuentra sobre el postparto remite al norte global. 

No quisiera dejar de lado tampoco la forma tan secundaria en la que está configurada la medicina para atender problemáticas femeninas tan frecuentes como la endometriosis o el ya mencionado síndrome de ovario poliquístico (SOP). Aunque el administrar medicamentos hormonales funcione para aliviar el síntoma o la expresión de estas patologías, estos no suponen mejoría por fuera del tratamiento, luego no son un tratamiento exitoso. Esto lleva a pensar que al ser una condición que no se comparte con el cuerpo masculino, ha sido depreciada por parte de las instituciones médicas responsables de la producción de conocimiento y paralelamente por la industria médica. Algo parecido pasa con los métodos “anticonceptivos”, que están diseñados realmente para el goce masculino. Hasta la fecha, no conozco de ningún método para prevención de enfermedades de transmisión sexual que sea de amplia distribución y que esté diseñado para dos mujeres.

Quiero terminar diciendo que para ejercer la vida política, las mujeres, los cuerpos feminizados y en general, los cuerpos con vagina somos atravesadas y atravesades por nuestra configuración sexual y hormonal. La dominancia del estrógeno nos sitúa en una realidad que se para en los hombros del tiempo. Es nuestro recipiente, nuestro vaso, lo que nos permite participar de nuestro entorno sociopolítico y a su vez nos condiciona dentro de este. El velar por la salud de cuerpos como los nuestros es imperativo desde la intimidad de nuestra casa, hasta en la arena pública que nos confronta con paradigmas, formas de hacer las cosas, que no suplen las necesidades de quien nace hembra. Nuestra salud es a la vez cosa pública y cosa política.

 

Literature:  

Rudman, A., Waldenström, U. Critical views on postpartum care expressed by new mothers. BMC Health Serv Res 7, 178 (2007). https://doi.org/10.1186/1472-6963-7-178

Art: 

Zoulikha Bouabdellah, Nu, 2014. 

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